domingo, 22 de mayo de 2016

ESA HISTORIA CERCANA

A veces uno de los reportajes que de verdad te apetece hacer lo tienes delante de ti todos los días y para ello no tienes por que estar precisamente en un lugar donde se esté viviendo un conflicto bélico o cualquier otra situación de interés informativo, basta con estar en la ciudad en la que os encontráis y salir a la calle a ver a las personas invisibles, los tenemos en muchos rincones y no siempre los vemos, son los denominados “sin techo” personas sin recursos que por ello u otros motivos deciden vivir en la calle sobreviviendo comiendo en comedores sociales y durmiendo donde pueden, en rincones sombríos o a la luz incesante de un cajero automático que les protege de las bajas temperaturas.
Ayer por la noche la Unidad de Emergencia Social (UES) de Cruz Roja me invitó a salir con ellos en el recorrido que realizan todos los martes y jueves cuando cae la tarde, para recorrer diversos puntos de la ciudad con una ambulancia reconvertida en un vehículo logístico en el que llevan casi de todo, bebidas frías y calientes, mantas, sacos de dormir, esterillas, bolsas con dulces y otros alimentos y otra serie de elementos que pueden ser solicitados puntualmente, como preservativos y artículos de higiene.
El equipo humano en esta ocasión está compuesto por una técnico y dos voluntarios que se encargan absolutamente de todo desde que llegan a la base, cargan el vehículo, calientan el agua y la leche para llevar en los termos de gran capacidad, el resto de las bebidas y las bolsas de suministro, observan que no exista carencia del resto de materiales, repostan el vehículo y antes de salir, Guiomar, la técnico, saca el cuaderno con las previsiones para la jornada que va a comenzar y realizan un pequeño “briefing” para que todo el equipo esté al tanto de lo que se espera que la noche les dé.
Los diferentes puntos donde el vehículo se detiene están previstos de antemano y para el equipo son “los de siempre” Jesús los conoce bien, con experiencia en diversas especialidades de la Cruz Roja conduce con cuidado este vehículo adaptado “la churrera” como denominan cariñosamente a esta ambulancia reconvertida en unidad móvil de emergencia social de la que se sienten merecidamente orgullosos.
La primera parada es la más popular, se trata del punto más céntrico de la ciudad, uno de sus edificios emblemáticos esconde tras su fachada principal esta concentración de una treintena de personas que reciben a la churrera con alegría, es momento de tomar algo, de charlar, de contar como les va, de exponer sus necesidades o comentar cualquier otro tema más alegre que les aleje de su realidad cotidiana. Conocen a los voluntarios de la Cruz Roja de otras ocasiones pese a contar esta especialidad de emergencia social con numerosos voluntarios, por lo que cada uno de ellos no tiene por que hacer más de un servicio mensual. Tras el reparto de las bebidas y las bolsas viene un momento distendido con las personas que todavía no se han ido, Clara, la voluntaria coloca con eficacia los enseres desperdigados en los distintos compartimentos del vehículo tras dispensar de forma apresurada las bebidas y alimentos que esperaban con ansiedad, tras quedar todo dispuesto para continuar baja del vehículo y charla también con ellos, es ese rato de conversación tan necesario y reconfortante como el café caliente y los dulces que han repartido, para Guiomar es algo más, conoce así de forma inmediata las necesidades individuales y trata de utilizar el reclamo del café para asesorar de forma personalizada a los casos en los que ha detectado una pequeña señal de alarma que le indica que necesitan otro tipo de atención, canalizándolos a su oficina para tratar de abordar el problema que sea. Ellos, con su historia, con sus historias, con la que han querido contar o con la que va siempre con ellos, se van cada uno en una dirección a dormir donde pueden, unos en pisos, otros en viviendas ocupadas, albergues o cualquier rincón que sirva para ello.
La churrera continúa su camino, a partir de ahora los rincones donde se busca a los sin techo son los que utilizan muchos de ellos para dormir, coches abandonados, rincones sórdidos en instalaciones u otros edificios sin mucho uso, cajeros automáticos, también hay tiempo para detenerse con las prostitutas de la calle y ofrecer otro café , incluso suministrar unos preservativos si lo demandan. Se hace el balance de los que están y de los que faltan, a quien no se despierta o se hace el dormido se acerca Clara y le deja la bolsa junto al saco de dormir bajo el que se calienta y se oculta.

El vehículo vuelve a la base, el trabajo no se acaba aún, falta limpiar los termos y dejar a punto el vehículo para la próxima - que rápido se ha pasado la noche - se oye entre el buen humor de los componentes con los que compartí una noche con buena temperatura, nada normal para esta fecha, me trato de imaginar las muchas noches a bajo cero de León y quiero pensar mientras escribo esto en esa gente, con su historia, con sus historias, que muchas veces no vemos aunque las miremos y en las personas que hay tras algunas instituciones que dedican su tiempo a que un día ,de vez en cuando, dentro de esas historias exista un momento un poco más agradable, mientras me dan pie para escribir sobre un tema del que sí me apetece escribir, aunque sea para dejarlo en el blog para quien quiera leerlo ya que quizás por cotidiano y evidente no tiene interés para muchos medios y para los ayuntamientos y otras instituciones les importan sin duda  más los conflictos lejanos, la crisis de los refugiados y cualquier otro problema que suene un poco más profiláctico, menos directo, más compartido, no vaya a ser que alguien tenga que asumir una implicación directa.





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